Aislarse de nuevo para descender, después de la euforia, para retornar hacia el espiral de las habitaciones grises y apagadas, para regresar hacia el peso abusivo luego de la liviandad. Dejar de tomar contacto con el mundo, recluirse y enlentecerse, en un lugar donde todo es retorno, donde todo es inversión y desposesión, despersonalización y desrealización. Desencanto, un desamparo de fin de mundo, como una fatalidad irreversible hundiéndose lentamente en el espacio muerto y después silencio, hasta la reaparición del murmullo que anuncia la próxima recaída.
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